La tradición cuenta que el apóstol Pablo, vestido de peregrino, se apareció a unos pastores cojos que estaban en el prado del antiguo ermitorio junto a unos humedales. San Pablo abocó el agua de su botijo y encomendó a los pastores que entrasen en las aguas fangosas para curarse. Los que entraron al agua salieron curados; los que no siguieron cojos para siempre. San Pablo, había ya desaparecido pero los pastores curados fueron al pueblo para contar el doble milagro: su curación y la sanación de las aguas, desde aquel día, limpias y transparentes. El pozo de piedra que aún resta en pie es testimonio de este acontecimiento sagrado, que convierte a este ermitorio en un lugar místico, de devoción y peregrinaje del Maestrazgo castellonense.