Según cuenta la tradición mucha gente peregrinaban al Ermitorio de Sant Pau con la fe de encontrar remedio a sus males físicos y espirituales; incluso personajes distinguidos. El tratamiento era tomar baños de agua del pozo que sanó San Pablo, en unas bañeras de piedra de las que se conservan dos ejemplares, además de tomar unas plantas medicinales y rezar unas oraciones cristianas. El ermitorio de Sant Pau se convirtió en un centro de peregrinación de mucha veneración por parte de muchos feligreses del entorno y de lejos.
Los evangelios de San Pablo son proclamados en todo lugar con la palabra de los cátaros para que el buen cristiano abra sus ojos y convierta las tinieblas en luz a través de bien y el amor. La figura de San Pablo quedó definitivamente ligada a la historia de los cátaros exiliados y refugiados, perseguidos por creer en un cristianismo diferente al de la jerarquía del momento y por la evangelización gnóstica de los mandamientos más auténticos de Cristo.