A los pies de las brasas del fuego inquisitorial, en el centro de la vieja y devastada Occitania, en un día de calor de octubre de 1321, Guillem Belibaste, el último perfecto Cátaro conocido, exclama: “Dentro de 700 años el laurel florecerá”. Fue un deseo, un momento de desesperación, una amenaza, un mensaje oculto, una profecía…. y qué significado puede tener… Exactamente no lo sabremos nunca, pero si constatamos que la existencia de los cátaros y su mensaje de “puro amor cristiano” es ahora más evidente que nunca y más con el proyecto del Itinerario Cultural Europeo Caminos de los Cátaros y del Ermitorio de Sant Pau de Albocàsser como portal del Maestrazgo Cátaro.